Te pongo límites, pero no te limito...
- Mtra. Zaida Castillo Sang
- 9 ene 2021
- 4 Min. de lectura
Hablar de disciplina es un tema escabroso para muchos. Tal vez porque a algunos les evoca la rigidez con que fueron criados y a otros la ausencia de reglas que hoy en día los dejó sin herramientas para vivir una vida más estructurada.
Reglas claras, límites flexibles.

Como ya he comentado en un artículo previo, es en nuestra infancia, con nuestros padres que aprendemos a ser seres humanos civilizados, capaces de adaptarnos -sin perder la cordura- a las exigencias de un ambiente que en muchas ocasiones puede ser hostil. Hostil a nuestras necesidades y deseos.
Sin perder la cordura. Esa es la clave y la razón de este artículo. Estoy abogando por la necesidad de establecer un ambiente de reglas claras, pero flexibles dentro del cual el niño pueda desarrollarse conociendo sus límites y la razón de que estos existan en su vida.
Verás, en un cerebro en desarrollo, que día con día va experimentando cosas nuevas y sorprendentes, la necesidad de estructura externa es fundamental para que llegado el momento neurológico adecuado se convierta en una estructura interna. Genuinamente suya. Como una herramienta que da dirección y un mayor grado de certeza a nuestros actos y a la vida en sí misma.

Los límites y reglas son la brújula que mueve el barco. Si son claros y se crean con una razón válida y analizada en el contexto de la vida de tu familia en particular. Y serán útiles al navegar aguas mansas. Y vaya que lo serán al navegar las tempestades que inevitablemente la vida traerá consigo.
Amor duro. Así le llama mi madre. Y tiene que ver con el hecho de saber que las frustraciones que nuestros hijos encuentren en su camino pueden ser usadas como una lección de vida valiosísima. Pero ojo, lo será siempre que los acompañemos en su consuelo y manejo...por supuesto, adecuado a su edad.
Pero no siempre es fácil. A veces porque lo único que se me antoja es evitarle la pena al niño y otras porque yo lo viví, no lo he trabajado y aún no tiene sentido en la narrativa de mi vida y de plano no sé cómo manejarlo en el contexto de mi hijo. Si lo segundo es tu caso, qué esperas, busca ayuda y desenreda el hilo y trabaja para ovillar la madeja.
Resulta que las reglas tienen que tener un sentido. Pero para que tengan un sentido, toca prestarles atención consciente. Toca revisarla y entender para qué sirve esta regla y en el contexto de nuestra vida familiar, qué función cumple. Si la respuesta te parece satisfactoria, estableces la regla y la haces tuya. Si sucede lo contrario y la encuentras sin sentido y excesiva o totalmente foránea a tu vida familiar, la desechas. Esa es la clave: deshacernos del exceso de equipaje. Reglas acartonadas, anacrónicas, tontas o injustas se van por la borda.
Porque sé que eres esa madre o padre suficientemente bueno que busca ser cada día mejor como persona y desea para sus hijos un ambiente de amor y aceptación con reglas claras y límites flexibles. ..No estarías leyéndome ¿Cierto? Hablemos de por dónde empezar.

Como les digo a mis pacientes, madres embarazadas y algunas madres de niños pequeños (ojo que también funciona en todas las edades y etapas de vida): Lo primero es conocer aquellos valores que quieres que rijan tu vida. No los que crees que rigen tu vida, sino aquellos que quieres que lo hagan. Y digo esto porque a veces creemos que somos una cosa ideal y resulta que cuando nos analizamos a fondo descubrimos que distamos de serlo. Y mucho.
Entonces toca hacer un examen personal, detallado y a consciencia. Al fin y al cabo, si no vives los valores que respaldan tus reglas y límites, cómo vas a defenderlas en el estrado, cuando tu hijo adolescente las cuestione, y con sólidos argumentos debo agregar. ¿Qué te digo? El cerebro combativo del adolescente.
Un ejercicio que creo es muy útil para hacer este examen personal involucra hacer un viaje al futuro. Sí, al futuro de tu hijo. La tarea es imaginarte a esa criaturita a los 18 años y tomarle una foto. Una foto de cómo quieres que sea. Es atleta, con cuerpo de atleta, habla tres idiomas, es caballeroso, guapísimo, tiene una novia hermosa, inteligente y bondadosa, no dice mentiras, es amiguero, respetuoso, compasivo y generoso, exitoso académicamente porque prácticamente es un genio....Se vale, es tu fantasía.

Allí está. Todas esas cualidades que ves en tu hijo del futuro responden a tus valores: la vida como principal valor, a través del cual cuidas tu cuerpo ejercitándolo y alimentándolo sanamente. El conocimiento y los estudios. La disciplina para manejar estudios, noviazgo, atletismo. El amor, la inteligencia, la honestidad, la amistad, el respeto, la empatía y la compasión hacia las demás personas. ¡Ya lo tienes!
Ahora aterriza esos valores a la vida de tu niño de 2 años. ¿Cómo se viven esos valores a esta edad? En edades muy tempranas, esos valores se viven cuando los padres lo dan: amor, compasión, respeto, cuidados, honestidad. A medida que el niño va creciendo, las experiencias que vive día con día le van enseñando desde una postura de mayor autonomía.
Y en todo momento, las reglas que escogiste para tu familia son la brújula que muestra el camino para llegar a esa foto. Sólo recuerda que deben ser reglas realistas y tú eres el primero que debe seguirlas. Después de todo, el ejemplo dice más que mil palabras: es una lección más sutil pero muy duradera.
No olvides que con cada etapa del ciclo vital que atraviese tu familia, estas reglas deberán ser evaluadas y modificadas de acuerdo con esta.
Y créeme, tu hijo agradecerá que seas el capitán del barco firme, seguro, con un liderazgo desde el amor y la ética.
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